Quizás nunca nos hemos puesto a pensar qué o cuales emociones influyen sobre nuestros hábitos de gasto, por consiguiente, no nos enteramos que casi todas nuestras emociones se reflejan en cada uno de nuestros actos de consumo, por superfluos que sean;la vanidad, el orgullo y la envidia son grandes motivaciones de compra. La obsesión de compararse con los demás es lo que lleva a muchas personas y familias a vivir más allá de sus posibilidades, acabando con un endeudamiento excesivo e inestabilidad financiera, si no en la ruina. Y tiene más que ver con la psicología que con los conocimientos financieros. Compararse con los demás es una tendencia humana que tenemos todos, en menor o mayor grado. El problema es que distorsiona los valores personales haciendo confundir un estilo de vida deseado con poder impresionar a otros.
La“terapia de compras” nos sirve para combatir la depresión, el aburrimiento, la frustración, la falta de autoestima y cualquier otro estado de ánimo. Compramos y creemos que somos felices. ¡¡¡La gente contenta gasta más dinero!!!
La“terapia de compras” nos sirve para combatir la depresión, el aburrimiento, la frustración, la falta de autoestima y cualquier otro estado de ánimo. Compramos y creemos que somos felices. ¡¡¡La gente contenta gasta más dinero!!!
Las redes sociales hacen lo propio, aumentando el afán de compararnos e intentar impresionar a los demás. Antes solo veíamos lo que tenían los vecinos cercanos, pero ahora Facebook, Instagram, Pinterest nos mantienen al tanto de todo …los amigos publican fotos de sus vacaciones, fiestas (coros), casas nuevas y comidas colectivas (juntes). Es importante que tomemos consciencia de la influencia que tienen las emociones sobre nuestras decisiones de compra para hacer un consumo inteligente, hay que entrenarse en la comparación de precios (conocimientos y aptitudes), pero conviene hablar también de la importancia de evitar las compras impulsivas basadas en emociones. Son gastos innecesarios que pueden destrozar cualquier presupuesto. Si lo pensáramos fríamente no realizaríamos estas compras, pero hay pocas personas que no hayan caído en la tentación en un momento u otro, lamentándolo más tarde.
Los mensajes publicitarios a los que estamos expuestos cada día, invaden hasta nuestras fibras más profundas, y en función de las horas dedicadas a ver la televisión, escuchar la radio, leer prensa y navegar por Internet, además de la publicidad que vemos en la vía pública, carreteras, medios de transporte, tiendas y en los propios productos de consumo, pueden llegar a ser muchísimos más anuncios (para promocionar productos, usando emociones y temas muy personales como la belleza, la felicidad, el amor, el sexo, las relaciones y la autoestima, normalmente de forma poco realista), que instrucciones ¡todos los días!
El uso de tarjetas de crédito, nos estimula a gastar más que si pagamos en efectivo, mientras que usar tarjetas de crédito o de débito parece “indoloro”. cuantas veces firmamos sin ver la cantidad que nos están cobrando…porque ojos que no ven…
El consumo responsable debe llevarme a enfocarme en que quiero, que necesito, para que lo quiero… Cuando me imagino AHORA lo que voy a sentir cuando realmente tenga el producto, estoy dedicando toda mi atención a este tema y, por lo tanto, voy a suponer que voy a ser muy feliz, o no, cuando lo compre de verdad. No obstante, si lo compro, no hay garantía de que vaya a sentir lo que había imaginado. Es decir, cambia el enfoque.