¡Ya volví! ¿Me extrañaron?

Publicado el 18 abril, 2019 » 3467 Vistas»
 Él se presentó ante sus amigos y conocidos de toda la vida, en el lugar donde siempre se habían visto cada semana durante los últimos años. Y como si hubiese estado lejos de ellos durante un buen tiempo, les dijo: “¡Ya volví! ¿Me extrañaron?” 

La verdad es que siempre estuvo físicamente cerca, pero fueron ciertas virtudes suyas las que –hace un tiempo atrás- convocaron a su alrededor a aquellos de su entorno cercano presentes ese día. Después entendieron que su compañero se refería a esas situaciones que le llevaron a sentir que había viajado hacia lugares que se tornaron en cárceles o zonas de confort.

Su amigo de antaño tenía ideas que se tradujeron a éxitos propios y ajenos. Pero cometió tres delitos graves: ilusionarse con sueños ajenos, canjear su libertad por una comodidad negociada y entregarse a la monotonía a cambio de promesas.

“¿Y él?” Se preguntaban los más nuevos del entorno, aquellos que desconocían en qué lugar de su corazón residía su grandeza.

Siete minutos después de su saludo y una taza de café, aquél que mejor le conocía asemejó su actitud a la de un renacido. A espaldas de su amigo se tomó el tiempo para comentarle a los demás los hechos de un pasado difícilmente reeditable. El “renacido” había sido un identificador de oportunidades, dador de consejos personalizados y calculador de movimientos cual mariscal de campo. Era  poseedor de la mirada y la palabra que aupaba a los desfallecidos.

Detrás de la sonrisa de ese día, el protagonista escondía las heridas que le quedaron tras aventurarse a entender que el mundo tenía más de 48 calles. Todo comenzó aproximadamente treinta años atrás, cuando trepó hasta el primer lugar que notó más alto que una mata de jabilla. Se aventuró a buscar más allá sin hallar quien le acompañara, aunque después la pasión con que narraba sus descubrimientos  entusiasmó a otros que siguieron sus pasos, incluyendo al viejo amigo que explicaba su actitud.

Durante su viaje sufrió heridas en el alma. Las recibió cada vez que dejó su destino a la suerte y al azar, en vez de confiar en sus propios planes. Lamentó haber hecho caso a quienes dijeron: “Si lo deseas de corazón podrás tenerlo”, porque hicieron poco énfasis en las palabras “trabajo” y “responsabilidad”.

Literalmente cayó ante la sobreestimación propia y la subestimación de sus semejantes. “Todo aquel que está hecho de lo mismo que yo, tiene las mismas oportunidades”…fue su aprendizaje después de múltiples caídas.

¿Qué si tuvo un reencuentro consigo mismo? Lo tuvo: cuando se vio desanclado del pasado y supo que era mejor escribir una nueva historia sin esperar casualidades favorables. Giró sobre sus talones, desandó las sendas equivocadas, cerró los ojos y se perdonó por los errores. Admitir que estuvo distraído en vez de justificar los errores le dio fortaleza para volver al punto de partida, sin sentir que había perdido el tiempo.

“Voy a hacer las cosas bien ahora”, fue su más breve y significativo manifiesto, antes de dar inicio a la otra mitad de su vida, como versión corregida y ampliada de sí mismo.

Todo esto pasaba por su mente, medio segundo antes de cruzar ese portal, reluciendo en su rostro la sonrisa que alumbraba todo el ambiente y caminando como si todo estuviese a disposición de su nueva actitud ante la vida.

“¡Ya volví! ¿Me extrañaron? Discúlpenme por la ausencia. Estaba distraído”. Así comenzó su otro viaje, ahora a otro lado de una montaña, a muchas matas de jabilla de distancia.

Un relato acerca del cambio de actitud de un hombre que decidió admitir los errores cometidos en lo personal y lo profesional.
Sobre el autor

Periodista de investigación especializado en medios digitales, con experiencia en televisión, radio y prensa escrita.
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