Debemos reaprender lo relacionado a la manera y propósitos por los cuales recibimos ciertas informaciones a través de los medios digitales, pues antes de aceptar como bueno y válido lo que aparece ante nuestros ojos se debe pensar en las razones que podría tener quien lo publicó, como paso previo antes de pulsar los íconos de compartir o reenviar.
¿Por qué esta información llegó hasta nosotros? La pregunta marca el punto de partida para entender los algoritmos diseñados por los creadores de las redes sociales para registrar nuestras preferencias de contenido. No olvidemos que quienes nos proveen gratuitamente de estas ventanas al mundo tienen intereses y negocios para comercializar el tiempo y atención que les damos a cambio.
Además, la inteligencia artificial plantea nuevos retos por su capacidad para generar imágenes de situaciones irreales e informaciones que podrían crearnos precepciones a favor de intereses particulares.
Esto va mas allá de la lectura comprensiva y creemos que se impone la necesidad de una alfabetización mediática informacional como lo propone la UNESCO como parte de la educación formal, para que se enseñe desde las aulas a discriminar entre las informaciones sesgadas y las que realmente conectan a los ciudadanos con los hechos que afectan su entorno.